Vení al juicio por los crímenes de la FUERZA DE TAREAS 5, las audiencias se realizarán en el ex edificio de la AMIA (4 entre 51 y 53) todos los lunes y miércoles. Son públicas y se pueden presenciar acreditándose con DNI.

martes, 4 de agosto de 2015

SEGUNDA AUDIENCIA.

Ellos callan, nosotros señalamos a los asesinos y sus cómplices.

Durante la segunda audiencia dos represores de alta jerarquía se negaron a declarar, lo que contrastó con los valientes testimonios de 5 sobrevivientes del terror de la Armada y la Prefectura en nuestra zona.

Al comenzar la audiencia se encontraban presentes 7 de los 8 represores juzgados. Así fue porque el Almirante Antonio Vañek, Comandante de Operaciones Navales de la Armada en dictadura, realizó su indagatoria por teleconferencia desde el Hospital Penitenciario Central del SPF.
Su abogado, Máximo Liva, esgrimió el informe del Cuerpo Médico Forense de la Corte Suprema para sindicarlo como un viejito con déficit cognitivo, alzheimer moderado y parkinson leve, y pidió mantenerlo en domiciliaria, evitar la indagatoria y suspender el proceso en contra el marino.
El Tribunal decidió, por mayoría de Rozanski y Castelli, resolver el planteo de fondo posteriormente, trasladarlo al Hospital Central cada vez que se lo necesite e indagarlo.
Con todo, Vañek sólo dijo “el domingo cumplo 91 años”, se negó a declarar y volvió a su departamento de calle Sucre 2050 4toA de Belgrano en CABA.
Pese a ser la máxima autoridad de la estructura represiva de la Armada juzgada en este proceso, Vañek sólo está acusado por 1 caso, el de Mario Horacio Revoledo, trabajador de la destilería de YPF en Berisso secuestrado el 18 de mayo de 1977. Pese a que Revoledo fue torturado a merced de las patotas de la FT5 y que continúa desaparecido, como no se registra su paso por ningún centro clandestino, Vañek sólo está acusado por su secuestro.
También se negó a declarar el ex Comandante del BIM 3, José Casimiro Fernández Carró, acusado por 7 casos de secuestros y torturas (3 de ellos de compañeros desaparecidos), y quien lo único que hizo fue aclarar insistentemente que su doble apellido lleva tilde en la letra “o”, y se auto definó como “oficial de la Armada, abogado y escritor”. 


Comenzó entonces la rueda de testigos. En primer término declaró María Adela Barraza , quien relato su secuestro en La Plata el 5 de abril de 1976, cuando estaba por comenzar a estudiar magisterio. Estuvo 2 días en Prefectura, donde supo de la presencia de decenas de detenidos, entre ellos una mujer embarazada.
Barraza participaba de un grupo scout en la iglesia Nuestra Señora de las Victorias de la Plata (54 y 23) y contó que varios integrantes del grupo, como Beatriz Horrac, Susana y Nora Larrubia, Elisa Triana y Diego Salas sufrieron su misma suerte. Muchos continúan desaparecidos.

Luego se escuchó el relato de Carmelo Cipollone, ex trabajador y delegado de Propulsora Siderúrgica (hoy Tenaris- Grupo Techint) que fue secuestrado de su casa de Berisso el mismísimo 24 de marzo de 1976. Relató su paso por los CCD de Prefectura, el Liceo Naval y su blanqueo en la Unidad 9.
Cipollone fue el primer testigo en relatar los traslados en lancha de los detenidos desde la Prefectura hacia el Liceo. Además afirmó que a los interrogatorios con golpes en el Liceo se sumaba un destabicamiento eventual para fotografiarlos, tarea realizada por el acusado y muerto impune Tomás Mendez, y permanentes amenazas de fusilarlos y tirarlos al río. Agregó que hubo traslados de detenidos desde el Liceo a 1 y 60, algunos de los cuales no regresaron a la dependencia naval, como el intendente de Berisso.
Cipollone se tomó un tiempo para señalar la responsabilidad del jefe de personal (Corteletti) y del abogado de Techint (José Fidanza) en su secuestro, así como en despedirlo por “abandono de tareas” cando estaba secuestrado e intentar indemnizarlo con una miseria. A la vez apuntó a los referentes locales de la Unión Obrera Metalúrgica Rubén Dieguez, Datteo y Di Tomasso, quienes lo habían expulsado del sindicato con la excusa de que era “fiel representante de la revolución bolchevique”. Tanto a la empresa como la la burocracia de la OUM los calificó como “cómplices del secuestro y desaparición de los compañeros”.

El tercer testimonio fue el de Hugo Ruiz Díaz, ex trabajador del Astillero Río Santiago y, al momento de su secuestro, en Destilería YPF. Lo fueron a buscar el 25 de marzo de 1976 y tras pasar por Prefectura, el Liceo y la Unidad 9, recuperó la libertad recién en mayo de 1978.
Su relato fue coincidente con el de otros sobrevivientes sobre las características y condiciones de detención en esos lugares, incluyendo las amenazas de dinamitarlos en el río, un simulacro de fusilamiento contra un paredón y los interrogatorios preguntando quién había puesto la bomba en la fragata Santísima Trinidad, operativo realizado por Montoneros en septiembre de 1975. En el caso de Ruiz Díaz, se sumó un simulacro de fusilamiento contra un paredón, y un culatazo que le destrozó un dedo, herida cuyas secuelas que aún conserva.
Tras rememorar el horro, el testigo reflexionó: “Qué paradójico: me detuvieron por ser trabajador, y me liberaron un 1° de mayo”. Ruiz Díaz trabaja hoy en el Astillero y señaló las marcas del Terrorismo de Estado en su propia cotidianeidad:“todos los días veo, desde mi lugar de trabajo, el sitio donde estuve detenido”.

Posteriormente Ricardo Melano, ex trabajador del Swift, contó su secuestro el 26 de marzo de 1976 y los 58 días de detención entre Prefectura, Liceo y Unidad 9.
Melano contó que había entrado al frigorífico en el '73, y que un año más tarde sufrió un accidente en moto que lo tuvo recuperándose todo el año '75. Tras esto volvió al trabajo en el frigorífico y en un taller de arreglo de electrodomésticos, pero fue levantado desde dentro de la planta del Swift por un grupo de Infantes de Marina. Pasado unas horas por Prefectura, donde lo tuvieron tabicado con los brazos en alto contra una pared, relató el coincidente traslado en lancha al Liceo con golpes y amenazas. Tras contar los interrogatorios que sufrió definió: “Mi abogado defensor fue el accidente que tuve y que me impidió andar en nada todo el año '75”. Además relató que en el Liceo, donde compartió cautiverio con otros obreros del Swift, Propulsora y Astillero, le dieron comida con lo que presume eran sedantes, porque estuvo 2 días tirado en un colchón si reaccionar.
El testigo contó que, igual que el resto de los sobrevivientes, fue echado de su puesto por “abandono de tarea” cuando estaba secuestrado. Además dijo que le costó mucho adaptarse a vivir con poco trabajo y la represión imperante, y se exilió en Italia en julio del '76.

Completó la jornada Américo Piccinini, trabajador y delegado del Astillero que fue detenido el 30 de marzo del '76 en la planta de la empresa. Contó que al cierre de la planta el día del golpe de Estado se sucedió su reapertura con la Marina y Prefectura y la Seguridad de la empresa apostados con listas de trabajadores a detener. “No pasé el filtro”, dijo. Recordó a Ricardo Nuez, uno de sus compañeros desaparecidos de Astillero en esta causa, que en gesto solidario cuando lo llevaban detenido le gritó: “Fuerza Picci”. Ricardo fue secuestrado 4 meses después de su casa de Ensenada.
El testigo relató que estuvo 2 días Prefectura y allí compartió cautiverio con otros trabajadores de Astillero como Dionisio Puz, Nicolás Di Mattía, Hugo Ruiz Díaz y Luis Bloga.
Rememoró que fue víctima de un simulacro de fusilamiento con una pistola en la cabeza, y que lo sindicaban como “integrante del Partido Comunista”. Además contó que sufrió 2 operativos de la Armada en su casa antes de ser detenido, y otros dos allanamientos cuando ya estaba alojado en la Unidad 9. Tras ser liberado se fue a vivir a Capital Federal.
En cuanto al rol de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) en los años de dictadura, dijo que “nunca hicieron nada para defendernos” y que “señalaron a los compañeros como activistas”. Contó que la conducción del gremio, a cargo de Juan Carlos Marín y su patota, andaban armados, y recordó a un personaje llamado “El Negro” Llanos, que amedrentaba a los delegados combativos con el revolver en la cintura. Fue tajante al señalar que si no fueron cómplices “¿Por qué no se llevaron preso a uno solo del sindicato?”
Por último Piccinini señaló que el Estado nunca le dio la reparación histórica ni laboral por haber sido despedido estando secuestrado, y que recién fue reincorporado al Astillero en 2006, junto a otros 12 compañeros. Pese a ello, nunca le reconocieron los años de trabajo y, aún hoy, un grupo de 26 trabajadores están reclamando ese reconocimiento para poder jubilarse.

Por todos los casos de los testigos de esta audiencia está acusado el ex Jefe de la Prefectura Naval Puerto La Plata, Carlos José Schaller, quien en la audiencia se dedicó a dormitar, saludar a su hijo, presente entre el público, y a engullir el sandwich que éste le acercó.
Schaller ya está condenado en una causa de Lesa Humanidad, por su actuación como Jefe de Prefectura en Campana. El TOF 1 de San Martín lo sentenció el año pasado a 3 años de prisión por el secuestro torturas de Marta Silvia Querejeta, de 17 años de edad, ocurrido en Campana en diciembre de 1974, es decir durante el gobierno peronista de María Estela Martínez. Los jueces de San Martín valoraron como atenuante que en el '74 las violaciones de Derechos Humanos “no se habían cometido de manera masiva, circunstancia que dificulta que pudiera conocerse que a la detención le seguía la aplicación de torturas”, y lo absolvieron por la acusación de tormentos.
El TOF 1 de La Plata tiene la oportunidad de poner las cosas en su lugar, con Schaller y con el resto de los Navegantes del Terror.



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