Vení al juicio por los crímenes de la FUERZA DE TAREAS 5, las audiencias se realizarán en el ex edificio de la AMIA (4 entre 51 y 53) todos los lunes y miércoles. Son públicas y se pueden presenciar acreditándose con DNI.

lunes, 14 de septiembre de 2015

NOVENA AUDIENCIA

Por JUSTICIA YA! La Plata
En la novena audiencia escuchamos los testimonios de Juan Carlos Revoledo, hermano de Mario Horacio Revoledo, trabajador de YPF secuestrado por las fuerzas represivas del Estado, de Diego Horacio Revoledo, hijo de Mario Horacio, de Alicia Susana Borgonni, prima hermana de Mario Horacio, de Adolfo Oscar Lanoo, trabajador de Propulsora y sobreviviente, de Estela de La Cuadra, hermana de Roberto José De la Cuadra, también trabajador de YPF, y de Elda Abarzúa, hermana de Oscar Abarzúa, trabajador de Destilería La Plata y hoy desaparecido.

Mediante una videoconferencia, desde Copenhague declaró Juan Carlos Revoledo, hermano de Mario Horacio Revoledo, trabajador de YPF secuestrado en mayo del 77 en su casa de Berisso. Al parecer, efectivos de la policía bonaerense esperaron a que volviera del trabajo. La violencia represiva además la sufrió su familia.
Mario Horacio participaba de actividades gremiales y pertenecía al JTP (Juventud Trabajadora Peronista). Pasó por los CCD (Centros Clandestinos de Detención) de Escuela Naval y BIM3 (Batallón de Infantería de Marina N.º 3). Hoy sigue desaparecido.
Luego de aportar datos sobre su hermano, Juan Carlos contó su propio secuestro sucedido el 27 de marzo del 76. En ese momento trabajaba en Swift. Fue secuestrado en la fábrica por militares de Prefectura. Al trasladarlo a la sede de Prefectura, le cubrieron el rostro. Estuvo un día y fue torturado.
“En Prefectura,me golpeó un hombre llamado Meza. Él trabajaba en seguridad en el frigorífico y pertenecía a Prefectura y siempre estaba presente en los actos políticos o las asambleas que se realizaban en la fábrica. No lo pude ver porque estaba encapuchado, pero lo reconocí por su perfume y su voz. Cuando uno está en esas situaciones, los sentidos se agudizan”, relató Revoledo.
Recordó que Meza “siempre andaba con otro muchacho de Prefectura; usaba una gorra con visera. El 12 de junio del 74 fue el último discurso de Perón. Nos fuimos antes del trabajo porque iban a cortar los colectivos. A la noche fuimos a comer a lo de unos amigos con mi familia. Cuando regresamos había unos autos en casa. Al verlos nos escondimos en lo de unos vecinos. Al otro día, cuando llego al trabajo, Meza me dice: ‘Revoledo, ¿tuviste visita anoche?”.
Lo torturaron con picana eléctrica y era Meza quien interrogaba a los secuestrados. En uno de los interrogatorios, en los cuales solían pedir información acerca de su compañero Fonseca, fue golpeado y con su sangre manchó su sweater. Luego Meza le llevaría esta prenda a sus padres, diciéndoles que su hijo estaba muerto.
Luego de Prefectura, con el rostro cubierto, lo trasladaron en ferry al Liceo Naval. Es amenazado y sometido a simulacros de fusilamiento. También fue interrogado. Luego lo llevaron a la Escuela Naval, donde fue golpeado y otra vez interrogado. Meza insistía en Fonseca, en armas, en dinero. Escuchó también a los soldados de guardia diciendo que a los muertos por torturas los quemaban en ese lugar.
Mientras tanto, su madre y su esposa lo buscaron y denunciaron su desaparición. Fueron incluso a la Escuela Naval, donde no le dieron respuesta alguna. También fueron a la Comisaría de Berisso y le dijeron que su ubicación era secreto militar.
Luego de una semana fue trasladado a 1 y 60, donde estuvo un mes más y donde también fue torturado. Allí se encontró con un estudiante de medicina, Pedro “El Loco”, quien estaba muy maltratado. En diciembre lo “blanquearon” y después fue liberado.
Néstor Fonseca, sobre el cual lo interrogaron varias veces, era compañero en la JTP. Estuvo en Mar del Plata y fue asesinado. Finalmente, Juan Carlos se exilió.

Luego siguió el relato de Diego Horacio Revoledo, hijo de Mario Horacio. Tenía 3 años cuando su padre fue secuestrado. Contó que cerca de 4 coches fueron a su casa, en Berisso. Su padre estaba trabajando. Mientras tanto, fueron a buscar a sus tíos y los retuvieron apuntándoles con las armas. Cuando su padre llegó, se lo llevaron. Contó que su padre era militante de la JTP, hacía trabajo barrial y era delegado en YPF.

Escuchamos después el testimonio de Adolfo Oscar Lanoo, quien trabajaba en Propulsora y fue secuestrado el 26 de marzo del 76 dentro de la fábrica. Los dos días anteriores había estado cerrada. Adolfo había estado enfermo y se presentó a laburar el 26. Se dirigió al servicio médico pero éste lo mandó a trabajar sin siquiera revisarlo. En un momento, personal externo le pregunta el nombre, revisando una lista. Ordenan que se cambie y un uniformado lo acompaña. En su ropero tenía algunos volantes y libros. Lo llevaron, entonces, afuera y lo subieron a un camión junto a otros en calidad de detenidos.
El viaje duró poco. Le sacaron la venda y comprobó que estaba en Prefectura. Fueron amenazados y golpeados, luego a él lo ataron y volvieron a vendarlo. Una persona que ejercía un rol amigable, le decía que se tranquilizara, pero mientras tanto escuchaba los gritos de otras personas secuestradas. Más tarde los llevaron al patio, donde se los sometió a simulacros de fusilamiento. Recordó que cada tanto se llevaban compañeros, los cuales, luego lo sabría, eran de Propulsora y de ARS (Astillero Río Santiago). Después lo interrogaron por varias personas, especialmente por Salvador, quien fue su compañero de trabajo, más tarde asesinado. En ese lugar escuchó gritos y disparos y explosiones. Señala que a veces volvía alguien a tranquilizarlo, según el conocido juego del bueno y el malo, un guión de interrogadores y torturadores profesionales muy utilizado para extraer información de trabajadores y ciudadanos detenidos clandestinamente.
Como sucedió con otros compañeros que han brindado sus testimonios en este juicio, luego de una primera estación en Prefectura, también fue trasladado desde el puerto, a bordo de un ferry, hasta la base naval; y en el trayecto recurrentemente los amenazaron con tirarlos al río y asesinarlos, durante el cual estuvieron atados y vendados. Conoció allí a un compañero apodado “El Zapatero”, militante del PC (Partido Comunista) de Berisso. El Zapatero era mayor que Adolfo y lo contuvo.
“Hubo compañeros torturados, pero yo sólo recibí golpes, la tortura que yo sufrí fue psicológica. Veía como se llevaban compañeros”, recordó Adolfo. Enumeró compañeros que reconoció en ese lugar: Jorge Garré, de Propulsora, Rivadeneira, Alberto Muñoz, Ruíz Díaz, Reboledo, Roberto Páez, entre otros.
El 28 lo trasladaron a U9 (Unidad 9), sitio en el que estuvo 2 años y 10 meses.
Respecto de su situación laboral, Adolfo contó que, al pedir la reincorporación, la empresa le contestó que estaba despedido por abandono de trabajo, situación que se repite en muchos testimonios en este juicio, a saber, el rol colaboracionista de civiles y empresas con la dictadura y el proceso genocida. Recordó que Corteletti le sugirió que se conformara con la escasa indemnización que la empresa le ofrecía porque “sabés lo que te puede pasar”.

Escuchamos luego a Alicia Susana Borgonni, prima hermana de Mario Horacio Revoledo, también hoy desaparecido. Narró cómo el 17 de mayo de 1977, personas armadas, algunos vestidos de civil, otros uniformados, cercaron su cuadra y lo secuestraron. Estaba junto a su esposa y sus hijos. Mario trabajaba en Destilería de YPF y no regresó hasta el 18 al mediodía. El operativo, formado por personal de civil y uniformados, pasó la noche en su espera mientras amenazaba a la familia a punta de pistola. “Cuando llegó a su casa, se lo llevaron. No lo dejaron ni despedirse de sus hijos. La familia quedó diezmada. Su madre participó en Madres de Plaza de Mayo. Su padre murió al poco tiempo, a los dos años, yo creo que de tristeza. La desaparición física de Mario también golpeó a la familia en términos económicos: “Él representaba la fuerza del trabajo en la organización familiar”, dijo Borgonni.
También el hermano de Alicia, Ángel, fue secuestrado, el 24 de marzo. Pasó por Prefectura, Escuela Naval, Unidad 9.
Respecto de la empresa, contó que lo despidieron por abandono de trabajo, como sucedió con muchos sobrevivientes de los campos de detención y exterminio que brindan sus testimonios en este juicio. Respecto del Estado, dijo que no tuvo jamás la más mínima asistencia.


Luego escuchamos el testimonio de Estela De La Cuadra, hermana de Roberto José De La Cuadra, quien fue trabajador de YPF, hoy desaparecido; hermana también de Elena de La Cuadra, quien estaba embarazada, hoy desaparecida; cuñada de Héctor Carlos Barati, el único del que aparecieron restos; también pareja de Gustavo Fraire, hoy desaparecido; y como si fuera poco, su hijo estuvo algunos meses secuestrado. Además, Estela es tía de la nieta recuperada número 115, Ana Libertad.
En el 73, Roberto José era un militante sindical en una época de organización obrera y movilizaciones. En junio del 75, desapareció Oscar “Tito” Paz y Roberto José se fue a Capital. Volvió en setiembre y comenzó a trabajar en YPF.
La empresa pretendía extender la jornada laboral, explotando aún más a los trabajadores que ya padecían graves condiciones de insalubridad. Ese mismo año, los trabajadores de la empresa encabezaron una lucha contra estas imposiciones y realizaron piquetes. Roberto José fue visto repartiendo volantes; debido a esto fue fichado y marcado por la burocracia sindical. “Omar Peombara, secretario general del SUPE en Ensenada, entregó los nombres de los trabajadores a la Destilería de YPF. Fue convocado para armar las listas de entrega, era personal civil de Inteligencia”, precisó Estela.
A los días, uno de los burócratas pide las libretas de 13 trabajadores, entre los cuales estaban Roberto José, Raúl Bonafini y Daniel San Pedro, hoy desaparecidos. Estos compañeros deciden, entonces, escapar. Roberto fue a la casa de sus padres, pero habían llegado antes los secuestradores; eran cerca de 20 con los rostros cubiertos y pintados; uno de ellos parecía el líder y tenía una remera blanca del BIM3 (Batallón de Infantería de Marina N.º 3). Una vecina fue testigo del momento en que Roberto arribó a su casa. En la puerta, apuntándola con un arma, llevaron a su madre, quien ante la pregunta de los captores dijo no conocerlo. Y esa fue la última vez que vio a su hijo.
Días después, la esposa de Roberto fue salvajemente golpeada. Con el tiempo se conocieron archivos de inteligencia donde se constatan las actividades de vigilancia y espionaje contra militantes y trabajadores. A Roberto José lo identificaban como militante peronista, a pesar de que no era peronista, sino un militante de izquierda. Sospechaban también que en su casa se hacían reuniones militantes. Los archivos también registran que tenía un hijo. También caracterizan y describen a Daniel San Pedro, “Cacho” Herrera y su hijo José, todos ellos militantes del PCML (Partido Comunista Marxista Leninista) hoy desaparecidos. Tanto en los archivos de DIPPBA como en los de Prefectura se confirman estos datos.
Estela contó que en el 75 se realiza una reunión en Destilería La Plata. En esta reunión habían algunos de Seguridad. El sindicato entregó una lista de obreros. Basada en estos hechos, entre otros, Estela definió claramente el sindicato como “personal civil de inteligencia”, nombrando al burócrata Juan Carlos Marín, de la cúpula sindical, actualmente en funciones.
Estela no se reservó exigirle al tribunal que pida la desclasificación de los archivos tanto de Prefectura como de la Marina. Volviendo a su hermano, recordó que figuraba abandono de trabajo, a pesar de haber sido secuestrado. La empresa llegó a cobrarle a la familia los botines y el uniforme de Roberto José, la misma conducta que tuvieron con Alberto Agapito Ledo.
Respecto de su cuñado, Héctor Barati, quien era trabajador de Propulsora, contó que fue secuestrado en febrero del 77 en un operativo en el secuestraron también a la pareja de Barati y hermana de Estela, Elena de La Cuadra, además a Pedro Simón Campana, quien era delegado, a Humerto Fracaroli, docente universitario, a Norma Campano de Serra, también docente, entre otros.
Según varios testigos, Héctor estuvo entre mayo y julio en el campo de concentración BIM3 y otro momento en la Comisaría 8ª. Finalmente, lo arrojaron en uno de los tantos vuelos de la muerte en diciembre del 78; vivo, según se comprobó en la autopsia. Su cuerpo se encontró porque lo devolvió el río.
Estela recordó que Vañek y Herzberg estaban condenados por apropiación de bebés: “En este corralito faltan unos cuantos más, ¡¿dónde está el vicario castrense?!”, interpeló Estela, refiriéndose al vicario del Ejército de la Escuela Naval en Bahía Blanca. “Desclasifiquen lo que tienen al respecto”. El testimonio de Estela dio cuenta de la participación de la Iglesia en el genocidio, por definición sistemático, contra los trabajadores y el pueblo argentino.
Señaló también la vigencia de un sistema carcelario regido por las lógicas de los campos de concentración que funcionaron durante la dictadura.
Reconoció, además, la labor del tribunal en la desafectación de la Comisaría 5ª, pero denunciando su utilización con fines de propaganda electoral sciolista. Al respecto, aludió a la recurrente banalización o utilización con fines espurios: “Un campo de concentración… ¿memoria de qué?” Utilización que en la inundación del 2 de abril expresó la bochornosa desidia de que es capaz la clase política, la principal causa de los daños sufridos por los sectores más empobrecidos. A propósito de esto, contó que una madre de una desaparecida fue una de las muertas, madre que nunca pudo encontrar a su hija. Por último, interpeló ¿Y Julio López?
Recordó el verano en que su madre, con 92 años, Alicia “Licha” Zubasnabar de De la Cuadra, primera presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, caminaba por las calles platenses pidiendo por la aparición de Julio López, en el 2008.


Por último, escuchamos a Elda Abarzúa brindar su testimonio por su hermano, Oscar Abarzúa, trabajador de Destilería La Plata. Lo secuestraron en diciembre del 76. Ese día estaba trabajando pero no volvió a su casa.
La primera noticia que tuvieron de él fue cuando llamaron a su otra hermana que trabajaba en YPF [Sede Central]. La persona le dijo que Oscar había sido secuestrado y le indicó el trayecto realizado. Este testigo estaba con él cuando lo secuestraron.
Un efectivo de la Marina luego les confesó a sus familiares que lo buscaban que se lo había llevado la Marina. Esto sucedió en la entrada de Destilería.
Oscar participaba del sindicato petrolero de Capital Federal. Un tal Juan Carlos Crespi llegó decirles, a sus hermanos que lo buscaban, que “dejen de joder porque van a terminar en el fondo del mar”.
A su hermano Rodolfo, luego de sus declaraciones al respecto, lo echaron de YPF. Sólo por portar el apellido de su hermano, secuestrado por el Estado y hoy desaparecido.

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